LOS
MEJORES CHOCLOS
Cuando somos niños, somos
auténticos, caminamos de la mano con la verdad, simplemente decimos y hacemos las cosas
conforme las apreciamos y sentimos, el tiempo, la vida y las personas mayores
sin embargo, nos van aleccionando, a ser
más desconfiados, cautos, menos cándidos e ingenuos, inclusive muchas veces apelamos a las “mentiras piadosas” como
recurso para salvar alguna situación difícil o circunstancia adversa….
Esta pequeña historia
transcurrió durante la infancia vivida allá por los años sesenta, en nuestro
querido barrio de Grau y Castilla en el valle de Lurín…. MI madre, una pequeña
comerciante había abierto una bodega, acondicionando un local dentro de la
misma casa familiar, es decir en la parte delantera de nuestra vivienda, hasta
donde se dirigían los vecinos del lugar, algunos turistas y gente que se
encontraba de paso hacia las playas del sur, además acudían regularmente los
“paisanos”, que trabajaban en las haciendas aledañas y compraban sus productos
los fines de semana….
La gran mayoría de peones y
trabajadores, eran personas que recién llegaban desde el interior del país,
venían desde provincias en camiones, muchos de ellos no hablaban correctamente
el castellano solo el quechua y se hacía dificultoso entenderlos, mi madre que
también era provinciana, apelaba a todos sus recursos para entenderlos con
mucha paciencia y cariño, lo cual era muy apreciado por sus ocasionales
compradores y clientes.
Los hijos de estas personas,
niños inquietos pronto se insertaron con la muchachada del barrio. Compartiendo
nuestros juegos, diversiones, pasatiempos y sobre todo el futbol deporte
bendito que une a todas las personas, que no conoce de distingos raciales,
niveles económicos, sociales, solo establece parámetros basados en la destreza
y habilidad en el campo de juego…. y de
esta manera casi sin darnos cuenta pasaron a formar parte de aquel distinguido
contingente, que desde entonces y para siempre conformarían esa especial legión
de amigos que albergamos en nuestra memoria y corazón.
En el barrio habían
jugadores destacados, regulares y algunos flojos para mover la pelotita, ya nos
conocíamos, de tal manera que cuando nos reuníamos para jugar una pichanguita
en “El Arroyito” todos siempre pretendían escoger a los mejores para su equipo,
por lo que teníamos que acoger a algunos “maletas” que en los otros equipos “No
le daban bola” para que pudieran jugar y divertirse igual que los demás….Félix
era el mejor de todos, rápido de movimientos e ideas ágiles, tenia potencia y
pateaba con mucha fuerza con ambas piernas, de lejos era el mejor jugador del
barrio y todos querían jugar en su equipo, a todo eso había que agregar su
enorme picardía no solo para el fútbol si no para poner “chapas” e imitar la
manera tan particular que tenían al hablar nuestros amigos provincianos….
En una tarde de aquellas y
para que no se quedara sin jugar llamé a “Chili” uno de los amigos venidos de
provincia quien se alegró cuando vio que era considerado dentro de nuestro
equipo…En esa oportunidad no solo jugamos bien si no que ganamos el partido,
después de una lucha intensa y denodado esfuerzo para finalmente lograr vencer
al rival de turno, que era el equipo de Félix….
La apuesta era un “Marciano”
(Chupete de hielo a base de frutas), así que cuando terminó el partido
reclamamos nuestro jugoso premio y ya nos retirábamos de la cancha cuando se me
acerca “Chili” y me dice: ¡Oye hermano te agradezco que me hayas considerado en
el equipo! y mira, ¡ganamos! ¡Estoy muy contento y feliz!... sorprendido por
esas palabras atiné a responderle: Cuando ganamos, ganamos todos y cuando
perdemos igual perdemos todos….. Quiero pedirte un favor pero no te vayas a
molestar insistió “Chili”, el sábado es mi santo y quiero que vayas a mi casa
solamente te estoy invitando a ti. ¿Qué dices?, anímate, te espero….Moví la
cabeza afirmativamente y me fui pensando, cavilando….
“Existe entre los seres humanos,
sobre todo en los niños, la pureza,
aquel fluido natural que brota desde nuestro interior y que surge
espontáneamente. Ahora entiendo que las cosas más impresionantes, los momentos
más bellos, los hechos más grandiosos, me han sucedido sin planearlos,
sin ser premeditados. La capacidad de sorprenderme sigue intacta en mí desde
que era un niño… Cuando eres espontáneo no necesitas dar explicaciones, todo funciona
por sí mismo, eres auténtico, tal cual, como realmente eres”….
En casa me estaban esperando
para la cena, había pescado fresquecito que era mi plato favorito, dimos rienda
suelta a nuestro apetito fuertemente reforzado por el intenso trajinar en los
partidos de la semana…. En plena cena le comento a mi madre:
-Madre, un amigo me ha invitado a su santo, es el sábado
y quiere que asista de todas maneras.
-Ella asintió con la cabeza y me dijo alistaré un
regalito para que le lleves…
La hacienda San Pedro, era
una de las más extensas del valle y contaba con la presencia de un gran número
de trabajadores provincianos. Los administradores y capataces habían dispuesto
de unos terrenos que estaban al filo del canal de regadío para que aquellas
familias edificaran sus viviendas de “quincha” (barro y caña), de manera
rústica y sencilla en extremo.
Cuando llegó el día sábado
mi madre preparó mi mejor teñida, mis zapatos bien lustrados y el regalo para
el cumpleañero, me dirigí al lugar y cuando llamé pasando la voz, apareció mi
amigo con esos ojos llenos de alegría que parecía que se le querían salir de su
órbita, con una mirada plena, cargada de sinceridad y cariño que hasta ahora no
puedo olvidar……
-¡Hola amigo!, ¡Qué bueno
que viniste!, pensé que te habías desanimado, pasa, pasa y me hizo ingresar….Me
quede impresionado y sorprendido de lo que encontré, esperaba ver una casa como
la nuestra y de los vecinos, pero allí todo era diferente el piso era de tierra
las paredes de quincha, no habían muebles, ni sillas ni asientos, solo unos
bancos de madera, sin embargo todo lo que tenían, que era poco, estaba limpio y ordenado, dispuestos en una
habitación larga con una mesa, sobre la cual estaban unas vasijas de chicha y
unas ollas, al fondo se podía apreciar la humeante cocina, rústica, sobre unos adobes y leña…..
-¡Mamá! ¡Mamá!, ha llegado
mi amigo dijo y casi corriendo ingresó a la cocina, desde donde hizo un ademan llamándome con la mano, me acerqué y
le alcance a escuchar, señalando las ollas. Esta frase cariñosa:
- ¡Sírvele a mi amigo, los
mejores choclos son para él!, ¡por favor apúrate!, la señora vestida con su
clásica pollera, sonriendo le contestó en quechua…….
Después de comer los choclos
y un queso realmente exquisito, hablamos de fútbol, de los amigos, del barrio,
de sus hermanos, con suma alegría y entusiasmo no paraba de hablar yo aun sorprendido solo atinaba a
escuchar con atención….
-¡Sírvete
esta chicha que está muy rica!, si quieres otro choclo, me avisas.
Ese día de vuelta a casa agradecí a Dios, por mis padres, mis hermanas por todo lo que se me había
concedido, por aquellos choclos que quizás fueron los más deliciosos que pude
comer en mi vida, me sentí halagado, querido, estimado, una personita que a sus
escasos años me había ofrecido lo mejor que tenía, con una humildad y sencillez
que aun ahora con el paso de los años no dejo de valorar……
Al cabo de mucho tiempo nos
volvimos a encontrar el piloteaba un carro moderno, bajó del volante para
saludarme y volví a encontrarme con aquella limpia y tierna mirada, que el
tiempo y la vida no habían podido desgastar….Nos saludamos con un fuerte abrazo. Conversamos un rato, recordando
los amigos de la infancia y el barrio que nos vio crecer, luego nos
despedimos…..