jueves, 6 de marzo de 2014

LOS MEJORES CHOCLOS

LOS MEJORES CHOCLOS

Cuando somos niños, somos auténticos, caminamos de la mano con la verdad,  simplemente decimos y hacemos las cosas conforme las apreciamos y sentimos, el tiempo, la vida y las personas mayores sin embargo,  nos van aleccionando, a ser más desconfiados, cautos, menos cándidos e ingenuos, inclusive muchas  veces apelamos a las “mentiras piadosas” como recurso para salvar alguna situación difícil o circunstancia  adversa….
Esta pequeña historia transcurrió durante la infancia vivida allá por los años sesenta, en nuestro querido barrio de Grau y Castilla en el valle de Lurín…. MI madre, una pequeña comerciante había abierto una bodega, acondicionando un local dentro de la misma casa familiar, es decir en la parte delantera de nuestra vivienda, hasta donde se dirigían los vecinos del lugar, algunos turistas y gente que se encontraba de paso hacia las playas del sur, además acudían regularmente los “paisanos”, que trabajaban en las haciendas aledañas y compraban sus productos los fines de semana….
La gran mayoría de peones y trabajadores, eran personas que recién llegaban desde el interior del país, venían desde provincias en camiones, muchos de ellos no hablaban correctamente el castellano solo el quechua y se hacía dificultoso entenderlos, mi madre que también era provinciana, apelaba a todos sus recursos para entenderlos con mucha paciencia y cariño, lo cual era muy apreciado por sus ocasionales compradores y clientes.
Los hijos de estas personas, niños inquietos pronto se insertaron con la muchachada del barrio. Compartiendo nuestros juegos, diversiones, pasatiempos y sobre todo el futbol deporte bendito que une a todas las personas, que no conoce de distingos raciales, niveles económicos, sociales, solo establece parámetros basados en la destreza y habilidad en el campo de juego….  y de esta manera casi sin darnos cuenta pasaron a formar parte de aquel distinguido contingente, que desde entonces y para siempre conformarían esa especial legión de amigos que albergamos en nuestra memoria y corazón.
En el barrio habían jugadores destacados, regulares y algunos flojos para mover la pelotita, ya nos conocíamos, de tal manera que cuando nos reuníamos para jugar una pichanguita en “El Arroyito” todos siempre pretendían escoger a los mejores para su equipo, por lo que teníamos que acoger a algunos “maletas” que en los otros equipos “No le daban bola” para que pudieran jugar y divertirse igual que los demás….Félix era el mejor de todos, rápido de movimientos e ideas ágiles, tenia potencia y pateaba con mucha fuerza con ambas piernas, de lejos era el mejor jugador del barrio y todos querían jugar en su equipo, a todo eso había que agregar su enorme picardía no solo para el fútbol si no para poner “chapas” e imitar la manera tan particular que tenían al hablar nuestros amigos provincianos….
En una tarde de aquellas y para que no se quedara sin jugar llamé a “Chili” uno de los amigos venidos de provincia quien se alegró cuando vio que era considerado dentro de nuestro equipo…En esa oportunidad no solo jugamos bien si no que ganamos el partido, después de una lucha intensa y denodado esfuerzo para finalmente lograr vencer al rival de turno, que era el equipo de Félix….
La apuesta era un “Marciano” (Chupete de hielo a base de frutas), así que cuando terminó el partido reclamamos nuestro jugoso premio y ya nos retirábamos de la cancha cuando se me acerca “Chili” y me dice: ¡Oye hermano te agradezco que me hayas considerado en el equipo! y mira, ¡ganamos! ¡Estoy muy contento y feliz!... sorprendido por esas palabras atiné a responderle: Cuando ganamos, ganamos todos y cuando perdemos igual perdemos todos….. Quiero pedirte un favor pero no te vayas a molestar insistió “Chili”, el sábado es mi santo y quiero que vayas a mi casa solamente te estoy invitando a ti. ¿Qué dices?, anímate, te espero….Moví la cabeza afirmativamente y me fui pensando, cavilando….
“Existe entre los seres humanos, sobre todo en los niños, la pureza,  aquel fluido natural que brota desde nuestro interior y que surge espontáneamente. Ahora entiendo que las cosas más impresionantes, los momentos más bellos, los hechos  más grandiosos, me han sucedido sin planearlos, sin ser premeditados. La capacidad de sorprenderme sigue intacta en mí desde que era un niño… Cuando eres espontáneo no necesitas dar explicaciones, todo funciona por sí mismo, eres auténtico, tal cual, como realmente eres”….
En casa me estaban esperando para la cena, había pescado fresquecito que era mi plato favorito, dimos rienda suelta a nuestro apetito fuertemente reforzado por el intenso trajinar en los partidos de la semana…. En plena cena le comento a mi madre:
-Madre, un amigo me ha invitado a su santo, es el sábado y quiere que asista de todas maneras.
-Ella asintió con la cabeza y me dijo alistaré un regalito para que le lleves…
La hacienda San Pedro, era una de las más extensas del valle y contaba con la presencia de un gran número de trabajadores provincianos. Los administradores y capataces habían dispuesto de unos terrenos que estaban al filo del canal de regadío para que aquellas familias edificaran sus viviendas de “quincha” (barro y caña), de manera rústica y sencilla en extremo.
Cuando llegó el día sábado mi madre preparó mi mejor teñida, mis zapatos bien lustrados y el regalo para el cumpleañero, me dirigí al lugar y cuando llamé pasando la voz, apareció mi amigo con esos ojos llenos de alegría que parecía que se le querían salir de su órbita, con una mirada plena, cargada de sinceridad y cariño que hasta ahora no puedo olvidar……
-¡Hola amigo!, ¡Qué bueno que viniste!, pensé que te habías desanimado, pasa, pasa y me hizo ingresar….Me quede impresionado y sorprendido de lo que encontré, esperaba ver una casa como la nuestra y de los vecinos, pero allí todo era diferente el piso era de tierra las paredes de quincha, no habían muebles, ni sillas ni asientos, solo unos bancos de madera, sin embargo todo lo que tenían, que era poco,  estaba limpio y ordenado, dispuestos en una habitación larga con una mesa, sobre la cual estaban unas vasijas de chicha y unas ollas, al fondo se podía apreciar la humeante cocina,  rústica, sobre unos adobes y leña…..
-¡Mamá! ¡Mamá!, ha llegado mi amigo dijo y casi corriendo ingresó a la cocina, desde donde hizo un  ademan llamándome con la mano, me acerqué y le alcance a escuchar, señalando las ollas. Esta frase cariñosa:
- ¡Sírvele a mi amigo, los mejores choclos son para él!, ¡por favor apúrate!, la señora vestida con su clásica pollera, sonriendo le contestó en quechua…….
Después de comer los choclos y un queso realmente exquisito, hablamos de fútbol, de los amigos, del barrio, de sus hermanos, con suma alegría y entusiasmo no paraba de hablar yo aun sorprendido solo atinaba a escuchar con atención….
-¡Sírvete esta chicha que está muy rica!, si quieres otro choclo, me avisas.
Ese día de vuelta a casa agradecí a Dios, por mis padres, mis hermanas por todo lo que se me había concedido, por aquellos choclos que quizás fueron los más deliciosos que pude comer en mi vida, me sentí halagado, querido, estimado, una personita que a sus escasos años me había ofrecido lo mejor que tenía, con una humildad y sencillez que aun ahora con el paso de los años no dejo de valorar……
Al cabo de mucho tiempo nos volvimos a encontrar el piloteaba un carro moderno, bajó del volante para saludarme y volví a encontrarme con aquella limpia y tierna mirada, que el tiempo y la vida no habían podido desgastar….Nos saludamos con un fuerte abrazo. Conversamos un rato, recordando los amigos de la infancia y el barrio que nos vio crecer, luego nos despedimos…..


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